Margarito saludó al sol que despedía a la luna.
– Mamá, ¿me cuentas un cuento?
– Érase una vez… hoy tenemos cosas importantes que hacer.
Margarito entró en la cocina,
– Mamá, ¿me cuentas un cuento?
– Érase una vez… la leche se queda fría.
Margarito se sentó en el sofá,
– Mamá, ¿me cuentas un cuento?
– Érase una vez… ahora te pongo la televisión en inglés.
Margarito bajó del tobogán,
– Mamá, ¿me cuentas un cuento?
– Érase una vez… mejor juega con esos niños.
Margarito entró en el despacho,
– Mamá, ¿me cuentas un cuento?
– Érase una vez… estas facturas no se ordenan solas.
Margarito se tapó con la manta,
– Mamá, ¿me cuentas un cuento?
– Érase una vez… mañana hay que madrugar.
Un día, después de que Margarito hubiera comido muchas perdices y de postre bizcochos, Casilda tomó entre sus manos arrugadas las de Margarito.
Le miró, hacia mucho que no recordaba si le había puesto la merienda o si era día de colegio. Se sintió cansada.
– Margarito, ¿te cuento un cuento?
Margarito la miró y sonrió. Sonrió con una pena tristemente alegre y lloró.
– Érase una vez…colorín colorado, mamá. Te quiero. Feliz viaje.
